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Mostrando entradas de abril, 2013

Se hace tarde

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Se hace tarde en el porche de esa casa que no existe. Me he hecho mayor arreglando engranajes de un reloj que va donde quiere. Guardando jardines que nadie vio jamás. Líneas y versos dibujaron los días desde el entonces hasta el ahora. Aún sin respuestas. Y mis manos siguen solas. ¿Adónde van esas huellas de la orilla? ¿Quién me mira desde el espejo? No sé nada, sólo sé que ha pasado el tiempo.

Mensajes en el mar

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Eres la marea que me trae la botella con mensaje ...y dónde estás. Se van las gaviotas al norte. Todos los faros me guían a tus costas, pero mis huellas se dibujan en playas lejanas. No hay barcos en el horizonte. Sólo vientos y botellas con mensaje. Siento sed de tu presencia, hambre de tocar tus latidos en la noche y no sé cómo hacerlo. Aún ni sé acaso si existes. Dónde estás ahora que duermes bajo mi mismo cielo... Cómo llegaré a respirar tu aliento. Me dueles en las madrugadas repletas de silencio. Soy aquella voz que susurra tu nombre en medio de la espera. Las horas pasan y pasan los días después. Pasan las cosas. Y el mundo se atreve a seguir girando cuando no estás. Quizá, te lleguen mis respuestas y también las esperes como yo en otra orilla... Impaciente hasta la ansiedad feroz. Melancólico como las melodías azules de este mar que nos une y nos separa. Tal vez, veas las gaviotas volando hacia el sur. Y también, todos los faros te guíen a m

Tan apacible

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Tocan campanas, ¿las oyes? Se han marchado todos. Sólo ha quedado la ausencia y nosotros. Caminos de estatuas calladas y silencio tras esas campanas que oyen las rosas. Se han olvidado nuestros nombres tallados en la roca antigua, ya no esperan por nosotros los días, se han borrado las huellas que nos conducían a casa, pero aún recordamos. Fuera llueve a solas la noche sus lágrimas de tiempo. Ha venido la Luna a leernos su historia. Y todo parece tan apacible... bajo las alas del sueño.

Cuervos en la ventana

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Nuevos tiempos, nuevas cosas, pero sigues siendo tú, mientras las luces se apagan en esta noche de mitos. Mil melodías se deslizan bajo las alas del cuervo. Susurran sus notas y acordes de madrugada, donde todo es terciopelo. Historias para soñar, ardiendo en la piel y el hambre de los siglos. Secretos velados, en las palmas de las manos servidos como ofrendas. ¿Ahí estás de nuevo, dama soledad? ¿O acaso, la vieja sombra inmortal? Quién eres, que pronuncias mi nombre en el silencio sonoro de esta noche de versos e insomnios. Di ahora, por fin, quién eres que atraviesas mis puertas a deshoras... Soy el viento y nada más.  

Desgarros

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Das vueltas... El camino da vueltas, ahora lo sabes. Damos vueltas sobre nosotros mismos hasta encontrarnos. Pensabas en no perderte y mirabas más allá, qué espejismo... No hay más horizonte que la entraña, que el pálpito y el río de nuestra sangre recorriendo el mundo hacia el centro de nosotros. Somos el latido de una consciencia gigante, el buscador es un reflejo en el espejo y esa voz es un eco que quedó en el aire. Desgarramos el sentido para no volvernos locos en el viaje, presos de una libertad implacable, mordemos la vida para devorar sus jugos. Y no hay más que eso, gracias a los dioses y al destino, tan sólo vivir... Tan sólo vivir y nada más. He ahí la respuesta.

Ella, Yo...

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Caminé largas calles y la hallé agazapada, mirando los días pasar sobre ella. Vestía turquesas y peinaba estrellas, lucía los pies descalzos, mojados de charcos y guardaba arcoíris en sus pequeños bolsillos. Me sonreía y aún su mirada tenía aquel brillo que yo había olvidado hace unas cuantas historias y un corazón en construcción. Sabía que vagaba por aquella ciudad en ruinas, devorada por las enredaderas y los jardines secretos. Me conocía. Me conocía tanto como alguien puede conocer a un hermano o a su propio reflejo. Yo era mucho más mayor, me habían hecho mayor los recuerdos, pero salvo eso no existía más distancia. También sonreí; aún me quedaban sonrisas que regalar en mi equipaje de mano. Me agarró un dedo y me condujo, jugando, a través de su casa bajo el cielo. No sé bien cómo llegué a encontrarla. Sólo seguí señales azules, los arcoíris que me iba dejando como un rastro de migas y los versos pintados en las paredes.