El jugador


Decía la canción que somos polvo en el viento.

Venimos de una ráfaga mañanera
para marcharnos como la brisa que regresa al mar de la tarde.

Pero siempre queremos ser algo más que eso, ¿verdad?

No estar de paso.
Simplemente eso.
No ser sólo una sombra arrastrada en el suelo.

Que cada pálpito, cada dolor, cada pérdida,
tenga un buen motivo.
O uno malo, pero lógico.
Determinante.
Necesario.

Causa-efecto, Destino o Azar,
conozco al dios del camino, reparte sus cartas
y quiere jugar.

Mientras, nos desangramos hora a hora,
caída a caída,
en los giros implacables de nuestro tiempo.

Ya no queda nada en mis bolsillos,
sólo pedazos de algún sueño olvidado
y una canción que aún no he aprendido.

Vuelve a mí, dios de los perdidos, enséñame a perder una vez más.
Que cuando llegue el Contable para llevarme,
ya será tarde
y no andaré por aquí de nuevo.

Sólo pedazos
y una canción llevo conmigo...

Una apuesta arriesgada a un dios tramposo
y un camino que sigue
al menos uno o dos pasos
hacia el horizonte de la tarde,
en el ocaso de los vivos,
y ya no queda nada en mis bolsillos.






Comentarios

Entradas populares de este blog

Grandes historias...

Puzzles

Réquiem como ala de cuervo