Un fragmento

"Llegados a este punto, había aprendido tres cosas: la primera era que todos veíamos el mundo desde nuestra propia lente caleidoscópica; la segunda, que ni la mayor de las inteligencias te libraba de ser el mayor de los idiotas, y la tercera, que estábamos condenados a la eterna repetición.

Esa mañana llovía.
Daba el resto de su vida por que una de esas gotas le refrescara también por dentro, pero tan solo llovía en la ciudad exterior. No se sentía triste, sólo naufragando en hastío y cinismo. Le faltaba una chispa que encendiera otra vez su entusiasmo, que avivara las pasiones por las que antes moría. Volver a sentir aquella ira, algún odio o un amor desgarrador... Las cosas se habían vuelto demasiado previsibles después de tantos siglos de constantes déjà vu.
¿Quién dijo que el diablo no podía aburrirse?"



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