Me he sentado un momento a pensar.
Todo ha pasado tan deprisa y sin embargo, han sido años con sus cosas y sus gentes.
Aquella niña que fui sigue aquí a mi lado, mirándome, esperando cada uno de mis pasos.
Y aún me empeño en salvarla pese a todo.
Es posible que haya vaciado parte del equipaje que llevaba conmigo,
tan pesado y con tantos recuerdos...
No se puede llevar todo en este viaje. Sólo lo que te ayude a caminar.
Te ves ahí, frente al espejo y el mundo por delante. Ya no crees en muchas cosas.
Supongo que es el precio que pagué por algo que encontré;
quizá me encontré a mí misma, quién sabe.
Ya no creo en la felicidad, pero hay momentos en los que consigue convencerme de que me equivoco.
Ya no creo en la bondad, pero la gente sigue pareciéndome maravillosamente compleja. Y cada vez más... Aunque no todos, claro.
Ya no creo en amores verdaderos, pero el poeta que hay en mí sigue esperando sorprenderse por una gran pasión que quizá dure una vida o dos.
En cuanto a la soledad...
Pienso que somos una multitud en medio de la niebla. Estamos ahí, todos nosotros, pero ocultos y separados por nada. La soledad es la emoción más ilógica que existe. Pero existe, existe esa niebla... Estamos solos cuando no decimos lo que queremos decir, cuando no hacemos lo que queremos hacer, cuando somos individuos atrapados en nuestras mentes solitarias en medio de la niebla.
Estoy sola mientras escribo estas palabras que tratan de atravesar lo que nos separa.
Y con todo esto, me he sentado un momento a pensar.
Aquella niña que fui sigue aquí a mi lado, mirándome, esperando cada uno de mis pasos.
Y aún me empeño en salvarla pese a todo.
Es posible que haya vaciado parte del equipaje que llevaba conmigo,
tan pesado y con tantos recuerdos...
No se puede llevar todo en este viaje. Sólo lo que te ayude a caminar.
Te ves ahí, frente al espejo y el mundo por delante. Ya no crees en muchas cosas.
Supongo que es el precio que pagué por algo que encontré;
quizá me encontré a mí misma, quién sabe.
Ya no creo en la felicidad, pero hay momentos en los que consigue convencerme de que me equivoco.
Ya no creo en la bondad, pero la gente sigue pareciéndome maravillosamente compleja. Y cada vez más... Aunque no todos, claro.
Ya no creo en amores verdaderos, pero el poeta que hay en mí sigue esperando sorprenderse por una gran pasión que quizá dure una vida o dos.
En cuanto a la soledad...
Pienso que somos una multitud en medio de la niebla. Estamos ahí, todos nosotros, pero ocultos y separados por nada. La soledad es la emoción más ilógica que existe. Pero existe, existe esa niebla... Estamos solos cuando no decimos lo que queremos decir, cuando no hacemos lo que queremos hacer, cuando somos individuos atrapados en nuestras mentes solitarias en medio de la niebla.
Estoy sola mientras escribo estas palabras que tratan de atravesar lo que nos separa.
Y con todo esto, me he sentado un momento a pensar.
Comentarios
Publicar un comentario