Concilio

Saturados de existencia, los momentos se vuelven tediosos a veces.
Demasiado pasado vagando como plañideras junto a un lago triste;
demasiado futuro cayendo por abismos invisibles sin estrellas... Y cansa.
Ya me duele la cabeza. La pierdo.

Es como uno de esos concursos horribles:
Tienes que escoger la puerta número uno, que quizá esconda el yate,
o las puertas dos, tres, cuatro, cinco.
Sólo que aquí las puertas esconden otras puertas.

Y todo esto para qué.
Para descubrir que la mayoría se va y que pocos vuelven.
Que la vida te hace mayor aunque no la dejes.
Que podrías contar tus aciertos con los dedos de una mano
y aún así, tampoco lo tienes nada claro.
Que las noches están vacías
y las mañanas no sonríen, porque al sol le tienes sin cuidado.

No sé adónde voy.
Sin más. He llegado a un cruce sin caminos.

No aparece nadie que me indique. Ni una sola voz en este páramo.
Se siente uno muy solo en medio de la nada
y es probable que deba conciliarme de una vez con esta soledad maldita.
Porque incluso en medio del silencio,
siempre queda ella.

Quedo yo.

Aunque no sepa cómo vivir,
la vida no espera
y se irá sin mí.
Dejándome
en este páramo frío.

Es tiempo de nuevo de devorar el momento o lo que queda de él.
No tengo nada más.
Ahora sólo tengo ahora.

Y ganas de...
aún no lo sé.







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